lunes, 17 de octubre de 2011

Sorprendente adquisición

Tengo un pariente muchimillonario. Bueno, no es un pariente en sí y tampoco es muchimillonario, primero porque es mi madrina de bautizo y porque tengo entendido que los muchimillones son cosa del pasado.
Todo esto viene a que lo que os cuento hoy tiene raíz en un muy viejo recuerdo de mi infancia. Recuerdo haber ido a Menorca con mis padres a visitar a mi madrina. Tenían una casa jodidamente grande y lujosa, de las que si te sueltan sola de pequeña te pierdes. En un momento dado la visita guiada se bifurcó, yendo los hombres a visitar el despacho y las mujeres a visitar el vestidor que toda chica ha deseado o envidiado en alguna ocasión. Era una habitación dedicada al culto al cuerpo, enorme, llena de armarios empotrados con vestidos que no acababan nunca, un tocador con bombillas que ocupaba casi toda una pared, en fin, muchos ya os imagináis como debía de ser aquello, el sueño de algunos, la pesadilla de otros. 

Pero de entre todos esos objetos maravillosos había algunos que a mi tierna edad resultaban de pesadilla. Máquinas de calentar cera para depilación, planchas de pelo, rizadores de pestañas... pero de entre todas ellas hubo una que me resultó entre horrible y retorcida. Una vieja máquina de rulos térmicos con bolsa de aire caliente sobre la cabeza blanca y apenas marcada de un horrible maniquí. Probablemente fuera la pieza de la corona que me convirtiera en una pequeña marimacho hasta los 16 o así (introducir risas enlatadas).

                                             No es esto exactamente, pero me encanta la cara de picaruelo placer de la moza


Pero ahora que soy una mujer muy en contacto con su tarjeta de crédito lado femenino he hecho esa antigua pesadilla realidad trayendo a casa el objeto de mis infantiles pesadillas. Así es, me he comprado unos rulos térmicos, con su caja y todo. 



Qué decir de ellos. Son un millón de veces más cómodos que las rizadoras, el peligro de quemarse se reduce casi totalmente, requiere de mucho menos tiempo de dedicación y el resultado es mucho más natural. Vamos, que tengo un nuevo mejor amigo electrónico al que no le hace falta vibrar para hacer feliz a una chica. 

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